Los mozos que entablaban relaciones amorosas con chicas de distinto pueblo se encontraban con muchos obstáculos que las costumbres imponían. Lo más significante que aquí cabe destacar comenzaba a los pocos días en que se veía a un mozo forastero en el baile con la misma chica, entonces los mozos del pueblo lo llamaban para hacerle saber que si quería continuar con ella debía pagar antes las costumbres, esto era una convidada primero y después el piso. Una especie de tributo a la juventud masculina por pisar terreno privado. Por supuesto, si el forastero no tenía intenciones de casarse con la moza en cuestión no estaba obligado a pagar, únicamente tenía que irse y no volver a cortejarla, de otro modo se encontraría con problemas con los jóvenes del pueblo.
Todo esto se veía con la mayor naturalidad y como cualquier otra tradición era aceptada como tal, sin cuestionarse las causas y razones de la misma. Se consideraba, por el contrario, que ello representaba una seguridad para la chica que así podía saber si el chico traía o no buenas intenciones. Del mismo modo que era un menosprecio para la chica, que rondándola un forastero, nadie se ocupara de cobrarle la convidada ni el piso y dejaran al mozo en libertad. Pues sin duda aplicaría el mozo a su caso el dicho tan conocido: "buena moza, con dinero... y dármela a mí que soy forastero".
Podía suceder que alguien se negara a pagar el tradicional piso después de hablar con los mozos y con los intermediarios, esas personas que intentaban convencer al forastero, que ingenuamente creía que podía hacer prevalecer su opinión a las ya remotas tradiciones..El alcalde de mozos le presentaba en nombre de todos al mozo fanfarrón el ultimátum "pagar el piso o el baño en el pilón". Cuando el forastero persistia en su negativa a pagar el piso, era costumbre que los mozos con la ayuda de unas angarillas "invitasen" , con toda "amabilidad" a darse un reconfortante baño en las frescas aguas del abrevadero de las caballerias.